domingo, 10 de mayo de 2015

Proyecto: Arte, Sociedad...Muerte...

Artista Invitado: ANDRÉS PATIÑO GARZÓN
Fotógrafo maestrante en Estética e Historia del Arte Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. 

Las formas como denominamos a los cementerios es bastante diversa e incluye apelativos que hacen parte de los imaginarios que tenemos de estos lugares. Uno de ellos es “ciudad de los muertos”, término que nos remite a un espacio habitado por aquellos que ya no están en forma corpórea, pero sí como un recuerdo o una memoria. Sin embargo, al denominar a los cementerios de esta manera, implícitamente estamos delimitando un espacio o haciendo una ruptura entre éstos lugares y el resto de la ciudad, proceder que en muchas ocasiones fomenta el imaginario sobre los cementerios como lugares a los que sólo se puede visitar en ocasiones religiosas especiales. Históricamente, los cementerios estaban ubicados dentro de las ciudades habitadas, como en el caso de la antigua Roma. En Colombia, hasta el siglo XIX, se buscaba que al fallecer, los individuos estuvieran sepultados dentro de las iglesias o muy cerca de ellas por cuestiones de creencias. Sin embargo, al presentarse dificultades de salubridad, los gobiernos locales y nacionales toman la decisión de mover los cementerios a las afueras de las ciudades, conminándolos así a ser lugares que servían a la ciudad pero que no hacía parte de ella. Sin embargo, debido a la expansión propia de la urbe, los cementerios empiezan a quedar inevitablemente incluidos dentro de la ciudad geográficamente, pero conservaron la idea de aislamiento respecto a la interacción de los ciudadanos con ellos.

Es posible cambiar esta dinámica de interacción si empezamos a concebir a los cementerios como parte activa de la ciudad, poniéndolos al nivel de los museos u otros lugares de interés artístico o cultural permitiendo que cada día sean más conocidos, valorados y que nos apropiemos de ellos como ciudadanos. Para este fin es importante hacer evidente el lenguaje común que existe entre los cementerios y lo que comúnmente se conoce como el resto de la ciudad. En este contexto, la observación detenida de la ciudad y la percepción del arte de la piedra en ella hace que encontremos una sintaxis y una semántica compartida que incluye al cementerio dentro de las dinámicas de la ciudad. Caminar por el casco histórico de Bogotá, es una actividad recurrente para los habitantes y visitantes de la misma y en estos recorridos, van apareciendo ante nuestros ojos, construcciones valoradas como patrimoniales por su interés artístico y sus características históricas. Paulatinamente, por medio de nuestra cámara fotográfica, capturamos aquellos lugares y los convertimos en imágenes en las que aparece aislado el paisaje urbano de la ciudad, o nos incluimos en ella, para preservar en recuerdo de nuestra experiencia. Muchos de estos lugares referidos, son construcciones que tienen mascarones, esculturas u otro tipo de decorados líticos que tienen significaciones especiales para el creador y para el espectador. Lo mismo ocurre con el Cementerio Central de Bogotá, en el cual encontramos expresiones escultóricas que guardan una iconología particular, con mensajes que evidencian un interés por relacionar el culto mortuorio con la reflexión sobre la muerte.

Son precisamente estas expresiones artísticas e iconológicas las que crean un lenguaje para el Cementerio Central y el Centro Histórico de Bogotá pues las esculturas líticas en ambos lugares tienen similares objetivos semánticos (relacionados con las reflexiones y expresiones de sentir sobre la muerte), decorativos (los cuales responden a la necesidad de crear lugares con una estética específica temporal) y sociales (relacionados con la necesidad del ser humano en la preservación de la memoria). Capturar imágenes de arquitectura y específicamente la escultura, ha tenido una vital importancia en la historia de la fotografía teniendo como resultado beneficios recíprocos. Al respecto Caffin establece:
Hay dos caminos  en la fotografía: el utilitario y el estético, la meta de uno es un registro de hechos y la del otro una expresión de la belleza. Ejemplo de la clase intermedia son las fotografías de pinturas, esculturas y arquitectura, las cuales aunque ante todo son útiles como documentos de obras de arte, son tratadas con tanta habilidad y tanto sentimiento que tienen un valor independiente, siendo ellas mismas objetos bellos.1 De esta manera, el lenguaje común entre las expresiones artísticas líticas del cementerio y de la ciudad, encuentra en el arte fotográfico una de las mejores maneras de contribuir a la preservación del patrimonio, exhortando a la ciudadanía a acercarse al Cementerio Central de Bogotá por medio de la fotografía, como una experiencia semántica, estética y social, pues de esta forma se hacen evidente aquellos elementos que establecen al cementerio como una parte de la ciudad y no como un lugar ajeno a ella. Esta exposición se convierte en una invitación para usar la misma lengua, “la lengua” fotográfica y crear imágenes que nos permitan vivir el cementerio como otro lugar de interés de la ciudad sin desvincularla de ella misma.

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1 CAFFIN, Charles. La Fotografía como una de las Bellas Artes. En:
FONTCUBERTA, Joan. Ed. Estética fotográfica. Editorial Gustavo Gili. Barcelona. 2003. Pg 92.
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Descripción de la obra
La exposición lenguaje lítico consta de quince piezas fotográficas en retablo de madera de 1 metro por 70 centímetros y quince soportes en madera tipo caballete.
La mitad de las fotografías es una muestra de imágenes capturadas en el Cementerio Central de Bogotá en el año 2013. Específicamente se capturaron esculturas de corte neoclásico ubicadas en el cementerio, en los sectores Elipse y Trapecio a partir de fotografía digital y en las cuales se trabajara a partir de tonalidades cálidas poli cromáticas que permitieran hacer relación con las características y condiciones actuales de la piedra o soporte de construcción de las esculturas.
La otra parte de la exposición es una muestra de imágenes de mascarones de corte neoclásico capturadas en el Centro Histórico de Bogotá en el año 2014. Esta muestra fue hecha a partir de fotografía digital monocromática que conserva la tonalidad cálida de la primera parte de la exposición.

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